Y esta vez por los recuerdos... Creo que jamás se me olvidará la primera vez que pisé Covadonga. Habíamos llegado hasta allí en autobús. Era una excursión organizada para las gentes devotas del pueblo. Yo, apenas si habría cumplido los cinco años y lo inspeccionaba todo con ojos avariciosos de información. Había oído mucho sobre aquel lugar, y según tenía entendido, era algo así como mágico.
Nada más llegar me llamó la atención una gran campana... Y poco después los terraplenes que enmarcaba la subida a los lagos. Fue tanta la impresión, que en los años siguientes soñé varias veces con ellos...
Desde aquel día ya se cuentan por decenas las veces que pisé de nuevo las lindes de don Pelayo. Y he de reconocer que en cada una de ellas sentí lo mismo que en aquella primera vez. Tengo la sensación que cada uno de los deseos que transporto hasta allí, antes de que vuelva se transforman en realidad.
